
DEL DESENCANTO A LA ALEGRÍA
- Autor: P. Enrique Mascorro López, CMF
La fiesta de la Pascua señala el triunfo de Jesús, su paso de la muerte a la vida. Esta grande fiesta se torna más comprensible acercándonos al testimonio de los primeros creyentes narrado en los Evangelios y en el libro de los Hechos de los apóstoles. Para explicarlo, tomemos el texto de (Lc 24, 13 – 35), sobre los discípulos de Emaús.
En el texto mencionado distinguimos con claridad tres cuadros. En el primero aparecen dos discípulos, peregrinando a Emaús, se alejan de la comunidad de Jerusalén. La tristeza y el desencanto resalta en sus rostros y en el tono de su conversación. En estas condiciones el camino se torna largo y pesado. No había razón para pensar en el regreso.
Un segundo cuadro presenta a Jesús caminando con ellos y, después de unos pasos, les pregunta: ¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza? La respuesta de los discípulos es inmediata y sincera, su esperanza puesta en Jesús parecía terminar con el escándalo de la cruz. El Profeta poderoso en obras y palabras había padecido la muerte y llevado a la cruz, su suerte había terminado el sepulcro. Aunque, sin darle mucha importancia, reconocen que algunas mujeres habían ido a embalsamar el cuerpo y encontraron la tumba vacía.
Llegado al clímax de la conversación, Jesús les habla con amor dolorido “Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas. ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria? El tono del reclamo no es para condenarlos sino para sacudir su conciencia aletargada e invitarlos a recuperar la fe perdida.
El tercer cuadro presenta a Jesús y a los dos en la mesa. Será en este momento cuando sus ojos se abran para reconocer al Resucitado y, más tarde, afirmar “con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las escrituras”. El encuentro con Él les permite superar el miedo y el desencanto para dar lugar a la alegría.
Ahora, los que lo han visto y oído, los que han compartido el pan son testigos del Resucitado. Los dos se ponen de pie y regresan de prisa con sus hermanos. Llevan a su comunidad la misma noticia que las mujeres ya pregonan: “De veras ha resucitado el Señor…”
El catecismo de la Iglesia Católica afirma: “la Pascua no es simplemente una fiesta entre otras: es la fiesta de las fiestas, solemnidad de solemnidades, como la Eucaristía es el Sacramento de los sacramentos…” (No. 1169). En la grade fiesta el mundo entero, especialmente el creyente, recupera la esperanza perdida por tanto desencanto. La violencia, la enfermedad y la muerte no tienen la última palabra. “El Señor ha resucitado, por eso estamos alegres.”