MEMORIA DE LOS MÁRTIRES CLARETIANOS

MEMORIA DE LOS MÁRTIRES CLARETIANOS

  • Autor: Prefectura General de Espiritualidad

01 de febrero de 2023 celebramos la Memoria de nuestros hermanos Mártires. ¿Por qué esa fecha? Porque el 1 de febrero de 1856 nuestro Padre Fundador sufrió el atentado más fuerte de su vida en la ciudad de Holguín (Cuba) al salir del Templo parroquial, después de haber predicado con motivo de las vísperas de la fiesta de la Presentación del Señor. En el día en que Claret estuvo muy cerca de haber podido sufrir el martirio, celebramos la Memoria de todos los Mártires Claretianos juntos y es una buena oportunidad para resaltar la dimensión martirial de nuestro carisma misionero.

 

Lecturas: Rom 8, 31-39; Sl 124 (123); Jn 17, 11b-19.

Muchas veces cuando pensamos en los mártires quedamos centrados en la crudeza de sus tormentos y en la fortaleza con que los afrontaron. La Palabra de Dios hoy nos invita a no perder de vista lo fundamental: la acción amorosa de Dios. Es él quien concede el don del martirio y la gracia necesaria para responder con fidelidad. En el evangelio, Jesús aparece orando al Padre por sus discípulos. Sabe que los deja insertos en el mundo, donde serán odiados, tal como le pasó a él mismo. Por eso, pide para ellos el don de la unidad y la protección del Padre para que no sucumban a la seducción del Maligno. En la carta a los Romanos, Pablo resalta que, si Dios nos ama y está siempre con nosotros, nada podrá separarnos de su amor. Del amor fiel de Dios brota la fuerza necesaria para vencer en las pruebas. En este sentido, cada mártir podría decir con el salmista: “Nuestro auxilio es el nombre del Señor”; “Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte… nos habrían tragado las aguas turbulentas”.

Muchas veces vivimos demasiado centrados en las dificultades que nos rodean y en el deseo de superarlas exitosamente. Necesitamos abrirnos a una realidad más profunda y fundamental: Dios nos ama con una fidelidad inquebrantable. Cuanto más conscientes seamos de este amor, viviremos la fidelidad como un don recibido y superaremos la tentación de vivir centrados en nosotros mismos y en la búsqueda del éxito personal por nuestras propias fuerzas. La fidelidad auténtica brota del abandono confiado en el amor de Dios y nos lleva a la entrega generosa, discreta y alegre de la propia vida. Sabemos que esa entrega nos lleva muchas veces a recorrer el camino de la cruz, ya sea en el testimonio radical del martirio o asumiendo las consecuencias de amar con sinceridad y coherencia en la vida cotidiana.

Nuestros hermanos mártires nos enseñan a vivir así. Ellos no murieron centrados en la tristeza de su destino final o calculando sus propias fuerzas. Al contrario, su testimonio final irradiaba un gozo que solo podía venir de la gracia de Dios. Faustino Pérez escribió: “Morimos todos contentos sin que nadie sienta desmayos ni pesares”. Esteban Casadevall escribió en la “Carta de despedida”: “Me tengo por muy feliz, como los Apóstoles, porque el Señor ha permitido que pueda sufrir algo por su amor antes de morir”. Y Atilio Parussini escribió a sus padres sobre sus compañeros: “Todos ellos tranquilos, alegres, resignados. Aquellos rostros tenían en aquel momento algo de sobrenatural que no es posible describir”.

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