VIACRUCIS EN LA JMJ
- Fecha: 22-08-2023
- Autor: Diác. José Alberto Hernández Sánchez, CMF
La juventud no es tan indiferente a lo que acontece en la sociedad o dentro de la Iglesia como se piensa. Los jóvenes tienen sus propias luchas, las cuales requieren ser acompañadas y abrazadas.
«El camino de Jesús es Dios que sale de sí mismo para caminar entre nosotros. La Cruz es el sentido más grande del amor más grande (…). Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos (…). Jesús espera abrir ventanas de nuestra alma». Estas palabras del Papa Francisco llevan a la pregunta ¿por qué llora cada uno de nosotros?, es decir, ¿por qué lloro?, ¿qué me hace derramar lágrimas? «Jesús espera colmar con su cercanía nuestra soledad (…). Es el momento de pensar en el propio sufrimiento, en la propia ansiedad, en las propias miserias». Estas palabras invitaban a interiorizar la vida para encontrarnos con Jesús y así iniciar el camino que nos adentra en la Cruz para ser sanados y abrazados, lo que transformará nuestras vidas y las de quienes están cerca de nosotros.
«María se levantó y siguió su camino. Jesús aprendió de su Madre: incluso bajo la Cruz, Jesús se levantó y siguió su camino. Señor, enséñanos a los jóvenes a levantarnos y seguir adelante. Incluso cuando la vida es difícil». Con estas palabras se da inicio al Via Crucis en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) y se invitó a todos los presentes a caminar con Jesús, que es esencial para cualquier bautizado.
El Via Crucis nos mostró las luchas que los jóvenes están librando y que en ocasiones no estamos preparados para acompañar o decir una palabra al respecto. Existen situaciones que les están robando la esperanza y desde estas realidades nos unimos para contemplar y orar temas tan delicados y dolorosos: falta de oportunidades laborales y académicas para las nuevas generaciones, la violencia existente en países e incluso dentro las propias familias, la falta de amor y cercanía por parte de padres y amigos que afectan las relaciones y la autoestima, la tentación de idealizar la vida y a las personas sin ser capaces de asumir un compromiso que sea generador de vida, la exclusión e intolerancia existente en tantos lugares, la incapacidad de mirar a los otros que se genera por la indisponibilidad a soltar el celular o las redes sociales, el miedo y la ansiedad que está presente en el mundo entero a causa de las expectativas que ponen la sociedad y la Iglesia sobre los jóvenes, la falta de acción para evitar el deterioro del planeta o la extinción de las especies, las adicciones que se han apoderado de tantas personas destacando el alcoholismo o la pornografía, la venta de la propia imagen a cambio de likes o ser aprobados por los demás haciéndonos perder nuestra autenticidad, los que huyen de sus hogares en busca de una vida mejor, caer víctimas del consumismo de la sobreinformación que nos hace creer en las fakes news, así como por la falta de esperanza presente en tantas personas.
Este momento de oración no es la repetición de esquemas que muchas veces ya no dicen nada sino que para comprender el camino de la Cruz se requiere adentrarse en el propio dolor, en las propias ansiedades y miserias que impiden vivir con alegría y esperanza, porque ni el conformismo ni el individualismo nos darán vida. La Cruz para muchos es indeseable, pero es necesaria para convertirnos y resucitar. Los jóvenes nos gritan su anhelo de un mundo mejor para todos, aunque ciertamente muchas de las actitudes que presentan son la respuesta a una sociedad o una Iglesia que no quiere brindarles atención y ante esta indiferencia los influencers y las redes son la única compañía que tienen.
El Via Crucis de la JMJ es una invitación a toda la Iglesia para disponerse a escuchar a los jóvenes y estar con las nuevas generaciones. Esta disponibilidad va a generar una Iglesia más fraterna, incluyente y testimonial porque la juventud cuestiona y está en constante búsqueda, y acercarse a sus sensibilidades va a producir cambios pastorales, cambios en la forma de orar y una espiritualidad más acorde con el Reino porque es momento de levantarse y partir sin demora (cf. Lc 1, 39) para ser transmisores de buena noticias y constructores de esperanza.
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