UN CLARETIANO EN LA JMJ
- Fecha: 22-08-2023
- Autor: Diác. José Alberto Hernández Sánchez, CMF
Las actividades multitudinarias o las pastorales de eventos tienen una recepción diversificada dentro del ámbito eclesial. La Jornada Mundial de la Juventud que es convocada por el Papa no se encuentra exenta de estas posturas lo que se manifiesta también en nuestras comunidades o en nuestras personas evidenciando prejuicios, anhelos o proyectos, tendencias pastorales, etc., que terminan por influir en nuestras posturas y decisiones hacia este evento, y claro que yo no fui la excepción.
Llegué a Portugal con cero expectativas aunque con una actitud de disponibilidad, que fue fundamental para vivir esta Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Tuve como acompañantes al P. Eduardus Dosan, CMF (Prefecto de Pastoral Juvenil Vocacional Claretiana de la Provincia de México) y a Rosario Ruiz Cascajarez (integrante de Filiación Cordimariana y que es asesora de la PJV de la rectoría de San Antonio María Claret de la Ciudad de México), lo que me permitió vivir la jornada como un peregrino más.
Aunque el evento tiene como destinatarios a los jóvenes de todo el mundo, los demás miembros de la Iglesia que deseen acercarse tienen cabida en este gran acontecimiento porque el Señor durante la Jornada nos va a llamar a cada uno por nuestro nombre, así que los claretianos también tenemos cabida.
Para hablar de mi experiencia en esta JMJ utilizaré dos conceptos: espiritualidad de peregrino y experiencia de encuentro.
Espiritualidad de peregrino. El Espíritu me recordó que una actitud de peregrino es fundamental. No estaba en casa sino en una tierra que no era la mía. Para los portugueses el «extranjero» era yo, así que estaba llamado a adaptarme y vivir lo que se me fuera presentando. No estuvieron mis «comodidades» conmigo: alimentos, cama, un lugar privado para dormir o asearme, privilegios, paseos, comidas a mi gusto, etc. Como peregrino se requiere caminar tanto física como mentalmente, y las distancias para acudir a las actividades con el Papa favorecían este andar. Cada día se caminaban varios kilómetros y la mayor parte del tiempo era bajo los rayos del sol debido a que hubo cielo despejado con una temperatura promedio de 34°C, a excepción de los días de la vigilia y la celebración eucarística en los que se alcanzaron temperaturas de 40°C. Como peregrino me encontré con «otros» que tenían el mismo objetivo que yo aunque las motivaciones para emprender el camino eran diferentes a las mías, pero por el sencillo hecho de caminar en tierras ajenas a las nuestra nos unía más fuertemente, además que todos estos compañeros son capaces de compartir experiencias, cultura, regalos, abrazos, sonrisas, sueños, e incluso «el suelo, la arena, el pasto, las piedras» para dormir y juntos esperar la celebración eucarística dominical teniendo todos en común el anhelo de encontrarnos personalmente con el Señor para así regresar con una actitud diferente a casa, a ejemplo de nuestra Santísima Madre: «María se levantó y partió sin demora (Lc 1, 39)» porque peregrinamos para encontrar una vida mejor y una vez que nos hemos encontrado con «el que nos ha llamado», todos volvemos gozosos a nuestro hogar para testimoniar lo bueno que el Señor ha sido con todos (cf. Mc 5, 19).
Experiencia de encuentro. Cada peregrino tuvo una experiencia diferente durante esta Jornada, así que de ésta han surgido millón y medio de historias que compartir. Aunque yo no soy joven, la JMJ me invitó a mirar el mundo y la realidad juvenil y eclesial. Lo que vi en los jóvenes fue sorprendente porque descubro un gran anhelo de tener una experiencia de Dios que sea capaz de fortalecer, orientar o dar sentido. La forma de orar de los jóvenes es espontánea y auténtica. Su pertenencia eclesial busca concretizarse mediante el encuentro con otros y en labores caritativas y voluntariados. Buscan en nosotros los bautizados apertura de mente, disponibilidad para acoger y que demos testimonio con nuestra propia vida. La forma en cómo perciben al mundo y a la Iglesia es diferente por lo que su involucración en las actividades pastorales puede ser muy iluminador. Son muy pocos los jóvenes que se acercan con alguna inquietud vocacional, y son muchos los jóvenes que proceden de la pastoral juvenil vocacional de sus diócesis o institutos. Lo que los jóvenes encuentran en la JMJ es un llamado personal que requiere ser acompañado y aquí es donde los laicos, sacerdotes, religiosos(as) y claretianos tenemos cabida. La Jornada genera procesos individuales así que nos toca acompañar esas mociones y claridades que los jóvenes descubren durante el encuentro. Hay una pregunta constante que se nos presenta a todos: ¿qué es lo que Dios me está pidiendo en este momento?, y con esta pregunta todos los participantes iniciamos un proceso de conversión debido a que la JMJ pone ante nosotros nuestra propia vida, motivaciones, resistencias y preguntas existenciales que irán siendo parte de experiencia de Dios que invita a dar una respuesta para finalmente tomar una decisión. El Señor llama a cada uno por su nombre y nos abraza. El encuentro es capaz de suscitar actitudes nuevas y compromisos generadores de vida.
La JMJ me permitió redireccionar mi caminar misionero, reafirmar mi compromiso con la PJVC y dar mi SÍ con la dimensión de Espiritualidad y Vida Comunitaria.
Para que la Jornada sea fructífera se requiere de disponibilidad y apertura de mente y corazón. Los jóvenes y claretianos llevamos procesos diferentes, así que hay que aprender a acompañar y esperar para que cada uno respondamos como auténticos hijos amados del Padre.
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