
LA PALABRA DE DIOS ESPERANZA Y CONSUELO ANTE EL COVID-19
- Autor: P. Miguel Ángel Portugal Aguilar, cmf
Puede también hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él”. (Catecismo de la Iglesia Católica, 1500-1501).
De los muchos atributos que tiene la Palabra de Dios: Enseña, corrige, anima, orienta, alumbra, instruye, consuela, acompaña, etc. Otro de sus atributos es que la Palabra de Dios “sana y reconforta al abatido”. Desde esta condición favorable, podemos deducir y experimentar que la Palabra de Dios es fuente inagotable de esperanza porque al escucharla como Palabra divina, nuestro corazón vive un momento de consuelo que disipa la angustia y desesperación. Es como un bálsamo que en medio de la tempestad apacigua los trastornos de la enfermedad y con el poder de Jesús actúa dotándonos de una actitud receptiva y oferente a la voluntad de Dios que da vida.
Hace unos años escuché de una anciana muy enferma una frase que hasta ahora sigo explorándole su sabiduría: “Padre Miguel, me dijo, Dios bendice en la salud y bendice en la enfermedad”. Esta expresión en boca de una enferma terminal deja entrever una espiritualidad profunda acompañada de esperanza y gratitud en el abandono total en las manos del Padre Bueno.
En mis años de experiencia misionera como sacerdote, cuántas veces me ha tocado celebrar el sacramento de la unción y la comunión con los enfermos y he sido testigo del consuelo y alivio que proporciona la Palabra proclamada en comunidad y en ambiente de fe y oración.
Isaías 40, 31, nos abre una ventana para que aprendamos a dejar a Dios que haga lo que suele hacer, es un Dios que reanima y fortalece en medio de la fatiga y la enfermedad que nos hace perder el sosiego: "Mientras que a los que esperan en Yahvéh él les renovará el vigor, subirán con alas como de águilas, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse". Cuando las fuerzas faltan y el vigor humano viene a menos, la Palabra de Dios nos sostiene en la esperanza, porque ella “sanitiza” nuestras heridas y reconforta nuestras llagas.
Ante la pandemia que últimamente hemos padecido y seguimos padeciendo en sus consecuencias más letales, la proclamación de la Palabra ha de ser no sólo el instrumento para dar consuelo a un enfermo, sino me atrevo a decir que es la misma medicina para unir nuestros sufrimientos a los de Cristo y salir fortalecidos.