MISIÓN EN LUGONES | ARGENTINA

Concluido el tiempo de misión en la pequeña comunidad de Lugones, perteneciente a la Parroquia de Nuestra Señora del Valle, en la Arquidiócesis de Santiago del Estero, puedo decir que ha sido una de las experiencias más significativas que he vivido en mi camino formativo. Aunque Lugones es una comunidad pequeña, descubrí en ella una grandeza de espíritu, una fe viva y una profunda fraternidad que me hicieron sentir verdaderamente en casa.

Desde la preparación, nos organizamos como equipo de novicios con entusiasmo y compromiso. Formamos comisiones de trabajo: Biblia (José Merino), comunicaciones (William Nova), visiteo (Matheus Rodrigues), liturgia (yo mismo, Daniel) y nuevas generaciones —catequesis y colegios— (Erick Carrasco), bajo la guía del P. Marcos Garnica, CMF, y con el apoyo del P. Sergio Quinzio, párroco de la comunidad. Hubo una comunicación previa con los responsables locales, mediante mensajes y una videollamada el 28 de agosto, que nos ayudó a planificar con tiempo los materiales y las actividades.

Los objetivos de la misión fueron claros y llenos de sentido:

1. Acompañar al pueblo en sus expresiones de fe popular, especialmente durante la novena a la Virgen de la Merced.
2. Motivar la participación activa del pueblo en la vida de la Iglesia.
3. Compartir con niños, jóvenes y adultos espacios de reflexión, catequesis y oración.
4. Testimoniar nuestra vocación misionera claretiana, despertando inquietudes vocacionales, sobre todo entre los jóvenes.

Durante los días de misión, compartimos la vida con la comunidad de una manera muy profunda. Celebramos juntos la Eucaristía, acompañamos la novena a la Virgen, realizamos visitas a las familias y ofrecimos un curso de liturgia que tuvo muy buena acogida. Me impresionó el espíritu participativo de las personas, su hospitalidad y la fe sencilla que transmiten con alegría.

Con los niños realizamos animaciones en los colegios, catequesis, bicicleteada, proyección de videos, un día de campo y hasta un partido de fútbol. Con los adultos, impartimos talleres de Biblia y liturgia, y visitamos instituciones y hogares. Con los jóvenes, compartimos una noche recreativa muy fraterna. Fue hermoso ver cómo la comunidad se iba involucrando cada día más, reconociendo en nuestra presencia un signo del amor de Dios y de la Iglesia que camina con su pueblo.

Durante la novena a Nuestra Señora de la Merced, sentí muy fuerte la presencia del Espíritu. Al compartir mi testimonio vocacional, pude experimentar cómo Dios sigue llamando en lo sencillo, y cómo el pueblo, con su fe viva, también me evangelizaba a mí. Descubrí que la vida misionera no consiste solo en llevar un mensaje, sino en dejarse transformar por el encuentro con los demás.

Entre los frutos más valiosos de esta misión destaco la motivación y alegría del pueblo, el sentirse acompañados por la Iglesia, y la inquietud vocacional que despertó en varios jóvenes. También percibí el deseo de continuar creciendo en la formación bíblica y catequética, y la necesidad de dar seguimiento pastoral a la comunidad.

Para mí, Lugones fue un lugar donde confirmé que el Espíritu se manifiesta en lo pequeño y sencillo, y que allí donde hay amor, fe y esperanza, florece el Reino de Dios. Su gente, con su sencillez y entrega, me mostró que la misión no se mide por el tamaño del lugar, sino por la intensidad con que se vive el Evangelio aun con la falta de escasez de agua que viven.

Al concluir esta experiencia, junto a mis hermanos novicios, manifestamos nuestro deseo de profesar en la Congregación de los Misioneros Claretianos, enviando nuestras cartas de solicitud. Esta misión me ayudó a reafirmar mi vocación y mi deseo de seguir al Señor con alegría, en comunión al estilo de San Antonio María Claret, que soñaba con ver el mundo encendido en el amor de Dios, pero mas dando esperanza de vida como nos invita la Iglesia con el lema “Peregrinos de la Esperanza”.