MOSAICO VIVO | P. RENÉ MORALES

MOSAICO VIVO | P. RENÉ MORALES

  • Autor: Leonor Aparicio Morales

El dicho menciona que “nadie es profeta en su tierra”, pero en el caso del P. René la situación fue contraria: logró que un sinnúmero de personas de La Laguna tuviera un grato aprecio y recuerdo de él.

Un 16 de diciembre del año de 1949, nació René Morales Quiroga en el seno de una familia de condición humilde, pero luchadora, tenaz y trabajadora de la ciudad de Torreón, Coah. El séptimo de diez hijos del matrimonio de Francisco Morales Sánchez y Jovita Quiroga Ramírez.

Fue un pequeño de carácter tímido y salud frágil, por lo que necesitó siempre el apoyo de su hermana mayor; aunque luego esa timidez lo convirtió en un hombre enérgico, de carácter fuerte y exigente hasta consigo mismo, y con un gran caparazón que le permitía ocultar su enorme corazón. 

Su juventud fue como la de cualquier joven normal, bailaba como pocos, creo disfrutaba como nadie y dedicado al estudio. La decisión de convertirse en sacerdote tomó de sorpresa a toda la familia y principalmente a sus padres.

Es para toda la familia sin temor a equivocarme la persona de la que más hemos estado orgullosos; su ordenación nos marcó significativamente a todos, tanto familiares como amigos, es algo que recordamos con todo el amor del mundo. Siempre estábamos pendientes de él, aunque nunca le gustó tanto un festejo o celebración en su honor; su ordenación fue un acontecimiento para todos.

Cuando por fin, después de suficiente espera, es asignando párroco de la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en Torreón, desafortunada o afortunadamente, por estar junto a nosotros, en diciembre de 1996 pierde la vida su mamá; hecho que le causó un terrible dolor y por el cual decía que no le gustaría pasar otro período en Torreón, por el temor de volver a experimentar otra pérdida familiar. El dicho menciona que “nadie es profeta en su tierra”, pero en el caso del P. René la situación fue contraria: logró que un sinnúmero de personas de La Laguna tuviera un grato aprecio y recuerdo de él.

Durante sus vacaciones o descanso en la ciudad disfrutaba de las reuniones familiares; su llegada convocaba a toda la familia, por el simple hecho de estar presente, eran momentos de reunión y celebración. Nunca dejaba de estar conectado de los miembros de la familia, siempre estaba al pendiente, ya sea, por medio de cartas o vía telefónica, pero siempre estaba al pendiente de todos y unidos con ese lazo que él fomentó en la familia Morales Quiroga; acto que muchas personas admiran y otros, que no forman parte de la familia, no entienden.

Solía mostrar amor a sus padres y hermanos, pero la llegada de sus sobrinos e hijos de sus sobrinos, colmaban momentos de interminables pláticas y anécdotas que no quería perderse.

Una de las actividades preferidas cuando estaba en casa era la cocina, donde pasábamos la mayor parte del tiempo, preparando esas recetas que había aprendido de los lugares que visitaba, aunque francamente nunca portó una receta escrita y regularmente agregaba u omitía ingredientes, pero todo lo que hacía era delicioso.

Su carácter fue cambiando cuando la enfermedad llegó a su vida y sus actividades empezaron a menguar, ahora entiendo que eso le hizo querer aislarse de sus seres queridos, tal vez para evitar preocupaciones, sin saber que esa actitud nos generaba mayor preocupación.

Cuando hablábamos de las enfermedades, y su partida final, él argumentaba sobre sus votos como religioso, manifestaba que pertenecía a su congregación y terminaría sus días probablemente en Morelia con la familia claretiana. En esta situación argumentamos que lucharíamos y si era necesario pelearíamos por tenerlo finalmente con nosotros, su familia de sangre.

Lo que me lleva a pensar que Dios lo quiso tanto por su entrega y le concedió, a pesar de su sufrimiento, terminar sus últimos días de vida en la tierra que lo vio nacer.

Su recuerdo persiste entre nosotros porque él siempre llenó de fortaleza, tranquilidad y amor a toda la familia; escribir otros datos sobre su vida sería interminable, pero, indudablemente, su partida nos dejó un vacío en el alma.

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