MOSAICO VIVO | P. ADOLFO VILLASEÑOR

MOSAICO VIVO | P. ADOLFO VILLASEÑOR

  • Autor: P. René Pérez Díaz, cmf

P. Adolfo Villaseñor Meza, CMF

¡Celebrando ya en la liturgia celestial!

Van estas líneas con la intención de reseñar parte de lo que fue el sacerdote misionero claretiano Adolfo Villaseñor Meza; y que aún sabiendo que las letras se quedarán cortas, buscarán mostrar algunos rasgos de lo que él fue a lo largo de sus años de vida.

Lo primero que hay que dejar sentado es que la tierra que lo vio nacer fue Tepic Nayarit un 3 de julio de 1940, y que desde ahí siendo aún adolescente emigró para ingresar al seminario de los misioneros claretianos en Toluca, Edo. de México un 17 de enero de 1955.

Habiendo concluido los estudios filosóficos, en 1961 fue enviado a Europa, con destino final Alemania para cursar allá la teología en la Universidad Sankt Georgen, de Frankfurt, la cual concluyó en 1965, dando lugar a su ordenación sacerdotal en Würzbug, Alemania un 22 de agosto (fiesta de Ma. Reina) del mismo año.

La formación teológica recibida en el país teutón, con la consabida disciplina alemana, de alguna manera formó su carácter y definió las líneas pastorales que orientaron su vida misionera.

Después de algunos destinos con actividades pastorales y académicas, fue elegido delegado para el XIX Capítulo General que se celebró en 1979, de donde emanó el documento Misión del Claretiano Hoy, más conocido como el MCH, que marco pautas pastorales en torno a las teologías y practicas pastorales que circulaban en la Congregación.

Corría el año de 1983, comienzos de la década de los 80’s, cuando en medio de ciertas tensiones por las líneas teológicas que también corrían en la provincia de México, fue elegido Provincial para el periodo 1983-1989

El ejercicio de su animación en la Provincia transcurrió a un ritmo sereno, sin prisas, sin arrebatos, logrando apaciguar algunos aires que aún se respiraban por las teologías que buscaron hacerse espacio en la geografía de la Provincia.

Como expresado, la formación teológica en el país teutón, marcó su gusto por la liturgia, que en la observancia de las rúbricas resaltaba la solemnidad de las celebraciones. Era consabido qué en las reuniones provinciales, él marcara las pautas litúrgicas en las celebraciones eucarísticas.

Además de lo reseñado, este texto que va llegando a su final, no puede dejar de mencionar el gran espíritu de anfitrión que tenía; en sus mejores años, no había ágape fraterno que no fuera amenizado por su humor y alegría.

Me permito cerrar este escrito con una anécdota personal vivida con el P. Adolfo: era el mes de julio de 1984, el 2º año de su ejercicio como provincial y a un mes de que yo profesaría por primera vez, junto con mis siete compañeros de noviciado. Por cuestiones de animación provincial se encontraba visitándonos en el noviciado en la ciudad de Guadalajara, y de cara a lo que significaba emitir por primera vez los votos religiosos, y ante la falta de indumentaria adecuada de la mayoría de los que éramos novicios, espontáneamente se convirtió en el “padrino de indumentaria” de todo el grupo de noviciado 1983-1984.

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