IV ASAMBLEA CONTINENTAL DE SOMICLA | DÍA 5

La primera palabra de Dios, la de la vida; la que sigue, en el texto bíblico son nuestras inspiraciones, hoy hubo un particular acento en la eucaristía de la mañana, a cargo de Brasil y San José del Sur. El P. Francis anima nuestra mesa y nos invita a dar gracias por la vida de su mamá junto a otros nombres que también se hacen presentes. Luego de la comunión el P. Víctor Matute, secretario ejecutivo de MICLA, anuncia que la noche anterior habían celebrado el cónclave del equipo: nuestra querida hermana, la paceña Paola Pastor, fue elegida nueva coordinadora de este servicio misionero para nuestro continente.

Bajamos a desayunar y luego nos dirigimos a las piezas para prepararnos para el paseo. Hicimos un recorrido hasta el centro de Lima, plaza San Martín. En viaje, el P. Víctor nos regaló una muy valiosa información acerca de algunos lugares por los que pasábamos y también acerca de aquellos a los que habríamos de llegar. Motivo de gozo no menor, fue el anuncio de nuestro almuerzo, previsto en “Brisas del Titicaca”.

En medio de todo este recorrido, pudimos ver el cambio de guardia en la Plaza de Armas y allí mismo, algunos participantes alcanzaron a firmar unos cuantos autógrafos a niños y niñas de colegios aledaños. Los locales se encargaron amablemente de aclarar que se trata de una costumbre del lugar. También, pudimos apreciar la presentación folclórica de Perú, con danzas del sur, centro y norte, dando cierre con la danza de Puno, expresando sentida veneración a la Virgen de la Candelaria.

Por la tarde volvimos a subir a nuestro transporte para ir hacia Barranco, distrito bohemio, que alberga un pintoresquismo maravilloso. Aunque no pudimos tomarnos la foto en el Puente de los Suspiros, sí pudimos bajar lenta y decididamente hacia el Océano Pacífico.

Avanzó el crepúsculo y nos esperaba un nuevo tramo de viaje, ahora hasta el seminario claretiano en Magdalena del Mar. Allí nos esperaba otra frugal cena y el encuentro con los jóvenes claretianos en formación y la comunidad que allí vive.

El tramo final se sintió como el más prolongado, pero la alegría de todo lo vivido y un honesto reconocimiento por todas las gentilezas de nuestros anfitriones, relativizó cualquier cansancio.