MADRES GUERRERAS DE LEÓN POR SUS DESAPARECIDOS

¿Por qué los buscamos? ¡Porque los amamos! ¡Hijo escucha, tu madre está en la lucha! ¡Únete, únete que tu hijo puede ser! Éstas y otras consignas resonaron en el centro de León Gto., cuando el colectivo “Madres Guerreras de León,” familiares y amigos realizaron su marcha en el día internacional por las desapariciones forzadas.

A las 6 de la mañana las madres se congregaron frente a la fiscalía de León para formar un mosaico con los rostros, la mayoría jóvenes, de sus desaparecidos. Mientras los colocaban, el silencio y sus manos artesanas trabajando calaban en el alma de los curiosos. Muchos de ellos, sensibles al dolor, se acercaron a contemplar el mosaico y a expresar sus palabras solidarias y esperanzadoras.

Más tarde, el colectivo se trasladó al parque “Hidalgo” de la ciudad. Allí nuevamente extendieron sus lonas y estandartes para hacer visibles los rostros de sus hijos. Cada madre, con voz firme, pronunció el nombre de su hijo(a) desaparecido en el pase de lista. El eco de su grito estremecía hasta el llanto de quienes sintonizaban con su lucha. El monumento materno, localizado en el lugar, fotografiaba el rostro sufriente y esperanzador de las madres reunidas.

Recuperadas las fuerzas, a las 15 horas, rezaron el rosario “al Señor de la Misericordia,” en él pidieron por sus desaparecidos y por todos los sufrientes. Luego, custodiadas por agentes de tránsito, reporteros y otros voluntarios, iniciaron la marcha hacia la fuente de los Leones, junto a Catedral. Durante el camino, varios curiosos detenían su paso o abrían las ventanas de sus casas para observar, aplaudir y fotografiar. La fuente fue tapizada por las lonas y allí, ahora en mayor número, los testigos contemplaron y escucharon el grito del colectivo.

La jornada concluyó en el Templo del Inmaculado Corazón de María. El P. Enrique Mascorro, cmf., presidió la Eucaristía. El Evangelio del día (Mt 13, 44-46) resaltó la frase “El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido…” El Reino de Dios, dijo el padre Enrique, también se parece a lo vivido por el colectivo en esta jornada. El dolor, la esperanza y la fraternidad compartidos asemejan al Reino de Dios entre nosotros.

Después de la misa en el atrio de la casa claretiana, compartieron los tacos sudados y el refresco, regalo de familias generosas.